La oración nos brinda la certeza interna de ser amados por Dios tal como somos, reeducando nuestra autopercepción y afectividad.
Es un encuentro personal con Dios que nos alimenta y se convierte en una fuente de fuerza, paz y alegría interior, sin importar las circunstancias diarias o las trágicas eventualidades que amenazan nuestros sueños o esperanzas.
La oración es un manantial de amor y alegría; pidamos al Señor que nos enseñe a orar en cualquier situación.
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